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Si hay algo claro desde siempre, es que la artesanía no es solo un oficio. Se trata de una manifestación cultural que ha estado presente en todo momento en nuestra vida. Una pieza hecha a mano tiene mucha historia detrás y está conectada con los orígenes y con lo que quien la creó quiso transmitir al mundo.
Para hablar del vínculo real que existe entre la artesanía y la cultura, hay que volver al pasado. Allí, los textiles andinos o por ejemplo la cerámica japonesa son claros ejemplos de todo ello en donde la sociedad ha visto cómo estas técnicas demuestran los valores, la historia y las tradiciones. Hoy en día se siguen haciendo este tipo de técnicas, pero mezcladas con otras más actuales que le añaden un extra de modernidad.
Muchas culturas tienen a la artesanía como una herencia generacional pues va pasando de una persona a otra y es ahí en donde se aprende la realidad de las técnicas ancestrales. Realmente si no se hiciera de esta forma, se perdería por el camino mucho de todo ello y sería una pena para algo que tiene tanto detrás.
Comprar artesanía apoya directamente a los creadores, fomentando economías sostenibles y ayudando a preservar las tradiciones. Así es como la economía local se impulsa con pequeñas ferias entre vecinos y sitios específicos para que los turistas sepan que están comprando algo hecho por una persona local.
Los productos hechos a mano son más que simples objetos básicos; son símbolos de identidad y resistencia cultural. Reconocer la riqueza de nuestras raíces es lo que significa valorar la artesanía.